Frente a la masificación de las playas y el centro de algunas ciudades, existe un turismo tranquilo y relajante. Frente a la planificación turística que arremete con todo lo que encuentra a su alcance, hay un turismo respetuoso con la naturaleza y el entorno. Es el ecoturismo.
En agosto la ciudad alicantina de Benidorm sobrepasa los 400.000 habitantes. A lo largo del año, supera los 16 millones de pernoctaciones en hoteles. Con una población fija de 69.000 residentes, es la tercera ciudad de España con más plazas hoteleras, solo por detrás de Madrid y Barcelona. El rascacielos más alto del país es el Hotel Intempo, con 198 metros de altura, le siguen el Hotel Bali de 186 metros y el rascacielos Negu Gane de 145, todos ellos en Benidorm. La construcción de hoteles y apartamentos y la urbanización de la zona ha llegado, en algunos momentos, a comerle terreno a la playa. Fruto de especulación inmobiliaria en los años 80 y 90 del siglo pasado, cada plan urbanístico que se aprueba en el ayuntamiento se mira con lupa, por si sobrepasa la legalidad.
El modelo turístico de Benidorm se basa en la verticalidad. Meter la mayor cantidad de turistas en el menor espacio posible. Encontrar espacio para colocar la sombrilla en julio o agosto en las playas de Poniente o Levante, situadas al lado de los hoteles y apartamentos, es una auténtica odisea. Fruto de esa concentración se viven, con más frecuencia de la deseada, escenas de desenfreno y peleas agresivas en el centro turístico de la ciudad. Hasta 1958, Benidorm era un pequeño pueblo de pescadores y agricultores de la huerta alicantina con menos de 3000 habitantes.
Desastres en el nombre del turismo.
En Yaiza, una localidad de la isla canaria de Lanzarote, está el Hotel Papagayo, que con 12 plantas de altura y 747 camas, impide el acceso público a la Cala de las Coloradas. Pese a ser declarado ilegal por una sentencia judicial, aún siguen en funcionamiento. Los intereses hoteleros en la isla han frenado en varias ocasiones la orden de demolición. La organización Ecologistas en Acción “El Guincho” comunicó a La Sexta que un total de 22 complejos turísticos operan ilegalmente en la isla. Según los ecologistas, ayuntamientos como el de Teguise o el de Yaiza otorgaban licencias sin control y sin permiso, saltándose la ley. Son complejos que superan el límite de plazas permitidas, las dimensiones máximas, el tránsito por la costa o invaden las playas. Hoteles de lujo como el Princesa Yaiza o el Melia Volcán están pendientes de confirmación sobre si su ubicación está de acuerdo a la ley. Las playas de la isla de Lanzarote están plagadas de esqueletos de ladrillo y hormigón. Edificaciones turísticas que tuvieron que ser paralizadas por incumplir la Ley de Costas, y que continúan en pie afeando el paisaje.
Un caso mediático fue la construcción del Hotel El Algarrobico, en las Carboneras (Almería) que se levantó en una zona no urbanizable, invadiendo el área protegida del Parque Natural del Cabo de Gata. Inmerso en una batalla legal interminable, el hotel sigue funcionando a pesar de que una sentencia judicial lo declaró ilegal hace 15 años.
El centro de las ciudades es otro de los puntos que crea contradicciones. El 26 de septiembre, centenares de personas protestaron ante la sede del Gobierno Balear por la masificación turística en los barrios de Palma de Mallorca. Según algunos manifestantes, los alquileres turísticos tenían un efecto especulativo, hacen subir el precio de los pisos en alquiler para los residentes hasta hacerlos inasumibles. Tal masificación crea un deterioro de la vida comunitaria y de los barrios.
La alternativa.
Frente a ese turismo depredador, DVeras, una consultoría de desarrollo rural en Cáceres, nos habla de un turismo sostenible, respetuoso con la naturaleza y con los habitantes del lugar. Un turismo tranquilo y colaborativo, ni masificado, ni movido por los intereses de grandes magnates hoteleros, sino que convive con los habitantes de la zona y repercute en su economía. Son el ecoturismo y el agroturismo.
El ecoturismo es un turismo ecológico que se centra en el respeto y la observación del medio natural. En él se realizan actividades de integración con la naturaleza: senderismo, excursiones para conocer la flora y fauna del lugar, interacción con los habitantes de la zona, o sencillamente descansar en un ambiente saludable. Se orienta a grupos reducidos y contribuye a la difusión de los atractivos naturales.
Las autoridades gestionan las áreas naturales con fines de conservación. En este tipo de turismo, en el que se realiza una función pedagógica, contribuye a despertar la conciencia del turista sobre la protección de los bienes naturales y culturales de la zona que visita.
El agroturismo es una actividad que muestra y permite participar al turista en la vida agrícola y ganadera. En contacto con los habitantes del mundo rural, el visitante conoce como se producen los alimentos, quien los produce y como llegan hasta nuestra mesa. Puede conocer desde cómo se realiza el pastoreo tradicional hasta como se fabrica un queso. Entra en contacto con una práctica distinta de la que proviene.
Según Ecología Verde el ecoturismo pone en valor la apreciación de los espacios naturales. Al convertir una zona natural en un reclamo turístico, obliga a las autoridades a extremar las medidas de conservación. Fomenta, en ese aspecto, la creación de áreas naturales protegidas. Se eleva el nivel de conciencia del visitante sobre las características del lugar y sobre las condiciones socioculturales que le rodean. Es una medida que fomenta la protección de la naturaleza y reduce los impactos negativos sobre el medio ambiente.
El ecoturismo aleja al visitante de los destinos masificados. Le permite disfrutar de lugares menos frecuentados y visitar emplazamientos atractivos sin los agobios de las multitudes. El contacto con la naturaleza, le ayuda a relajarse y a desconectar de la vida cotidiana, algo que le reportará grandes beneficios a su salud física y mental. Este tipo de turismo descubre al visitante lugares y productos nuevos. Conoce nuevas rutas, nuevos paisajes, el estilo de vida y la cultura del lugar. Su gastronomía, su artesanía, sus tradiciones y su patrimonio natural y cultural.
Un dinamizador de la economía rural.
El ecoturismo redunda en la economía del mundo rural. Es una fuente de ingresos y de puestos de trabajo para aquellos pueblos en los que se realiza. Sin afectar para nada la actividad económica principal, que suele ser agraria, sino respetándola. Al atraer visitantes a una zona rural, eso también repercute en el comercio local y en los productores. El suministro a los centros de hospedaje: hoteles rurales, albergues, casas rurales se basa en el producto de proximidad.
La organización de este modelo turístico suele estar a cargo de pequeños operadores especializados, enclavados en la zona y que tienen un conocimiento muy concreto de la misma. Las actividades que en ella se programan suelen estar guiadas o impartidas por habitantes del lugar. En los servicios que se prestan participa la población local. Es un turismo pegado al terreno, que potencia y dinamiza la economía de la comunidad.
Iniciativas de ecoturismo y turismo rural realizadas por todo el mundo han proporcionado medios para la emancipación financiera de colectivos vulnerables, como la mujer rural o la juventud. Dotándoles de una fuente de ingresos diferentes y abriéndoles la posibilidad de desarrollar una actividad distinta a la que tradicionalmente desempeñaban. Traer turistas a la zona rural abre la oportunidad de emprender negocios nuevos. Abrir nuevos restaurantes, talleres para enseñar a la gente las tradiciones, espacios de ocio, etc.
En nuestro país está en boga la repoblación de la España vaciada, que a veces no es otra cosa que atender a la España olvidada. Hay una preocupación creciente por el mundo rural. Se basa en exigir la dotación de infraestructuras y de servicios que hagan más agradable la vida. Que dispongan de una buena asistencia sanitaria y educativa, de unos buenos medios de transporte, de carreteras en condiciones. Dinamizar la economía de estas zonas atrae nueva población y ofrece una base económica para retener a la que ya hay. Por ejemplo, que los jóvenes puedan quedarse en el pueblo, frente a la situación actual en la que muchos de ellos no tienen más remedio que marchar a la ciudad si quieren optar a una vida mejor.
En España hay 18.938 pueblos. Esto nos da la idea de que una parte importante de la población ha vivido en el entorno rural. En los años 60 y 70 del siglo pasado se produce el mayor éxodo poblacional de los pueblos a las ciudades que se ha vivido en la historia de nuestro país. Principalmente, se dirige hacia las grandes zonas industriales: Cataluña, Euskadi, Madrid, pero también a algunas capitales como Zaragoza o Valladolid, que absorbieron la población de su propia provincia y las provincias aledañas. Impulsar iniciativas turísticas en el medio rural contribuye a conservar nuestros pueblos. Parte de nuestro pasado y de nuestra historia.
Existe un turismo diferente. Un turismo en contacto con la naturaleza y con el entorno rural. Un turismo respetuoso, que vale la pena explorar y disfrutar de él.